En una jornada que quedará grabada en la memoria de muchos, los estudiantes del Colegio Fénix fueron testigos de una historia de superación que tocó hizo vibrar espíritus. Andrés Godoy, el guitarrista que desafió al destino y creó música con una sola mano, llegó al colegio para compartir no solo su arte, sino también una historia de vida, que resonó con la fuerza del ave fénix que da nombre a este plantel educativo. Andrés no siempre fue el músico virtuoso que es hoy. Su viaje comenzó en una encrucijada oscura, a los 14 años, cuando un accidente laboral le arrebató su brazo derecho, llevándose en ese momento sus sueños de ser guitarrista. El dolor de esa pérdida lo empujó al borde del abismo, un lugar donde la desesperación podría haberlo consumido. Pero en medio de esa oscuridad, dos luces lo guiaron de regreso: su abuela y su madre. Ellas le recordaron que los sueños, cuando son verdaderos, no se rompen, sino que se transforman. Así, Andrés, con una voluntad férrea y una creatividad indomable, inventó una nueva manera de tocar la guitarra, una técnica que bautizó como Tatap. Con una mano, comenzó a percutir, rasguear y tirar de las cuerdas, produciendo acordes, melodías y ritmos que, aunque diferentes, eran igual de poderosos. En el auditorio del Colegio Fénix, donde el silencio se apoderó de la sala mientras Andrés contaba su historia, no solo se escuchaba la música, sino también el latido de corazones que entendían, quizás por primera vez, que los límites existen solo en la mente. Los estudiantes, sorprendidos por la presencia de aquel hombre que hacía magia con su guitarra, absorbieron cada palabra, cada nota, y sintieron en sus venas el poder de la resiliencia. Para Juan Manzor, sostenedor del colegio, la visita de Andrés no solo fue inspiradora, sino también un reflejo perfecto de los valores que el Colegio Fénix busca inculcar en sus estudiantes. Bruno Godoy, hijo de Andrés y baterista de la reconocida banda nacional Sinergia, también estuvo presente, y quedó impresionado por la recepción de los estudiantes. Al finalizar la charla, Andrés se despidió con humildad y gratitud, dejando tras de sí un rastro de inspiración que, como el ave fénix, seguirá renaciendo en el corazón de cada estudiante que tuvo la fortuna de escuchar su historia. En un mundo donde los desafíos pueden parecer insuperables, Andrés Godoy nos recuerda que la verdadera fuerza radica en la capacidad de reinventarse, de crear algo hermoso a partir de lo que parece una tragedia. Porque, como él mismo demostró, con una mano, con un sueño, y con una determinación inquebrantable, todo es posible.
En una jornada que quedará grabada en la memoria de muchos, los estudiantes del Colegio Fénix fueron testigos de una historia de superación que tocó hizo vibrar espíritus. Andrés Godoy, el guitarrista que desafió al destino y creó música con una sola mano, llegó al colegio para compartir no solo su arte, sino también una historia de vida, que resonó con la fuerza del ave fénix que da nombre a este plantel educativo. Andrés no siempre fue el músico virtuoso que es hoy. Su viaje comenzó en una encrucijada oscura, a los 14 años, cuando un accidente laboral le arrebató su brazo derecho, llevándose en ese momento sus sueños de ser guitarrista. El dolor de esa pérdida lo empujó al borde del abismo, un lugar donde la desesperación podría haberlo consumido. Pero en medio de esa oscuridad, dos luces lo guiaron de regreso: su abuela y su madre. Ellas le recordaron que los sueños, cuando son verdaderos, no se rompen, sino que se transforman. Así, Andrés, con una voluntad férrea y una creatividad indomable, inventó una nueva manera de tocar la guitarra, una técnica que bautizó como Tatap. Con una mano, comenzó a percutir, rasguear y tirar de las cuerdas, produciendo acordes, melodías y ritmos que, aunque diferentes, eran igual de poderosos. En el auditorio del Colegio Fénix, donde el silencio se apoderó de la sala mientras Andrés contaba su historia, no solo se escuchaba la música, sino también el latido de corazones que entendían, quizás por primera vez, que los límites existen solo en la mente. Los estudiantes, sorprendidos por la presencia de aquel hombre que hacía magia con su guitarra, absorbieron cada palabra, cada nota, y sintieron en sus venas el poder de la resiliencia. Para Juan Manzor, sostenedor del colegio, la visita de Andrés no solo fue inspiradora, sino también un reflejo perfecto de los valores que el Colegio Fénix busca inculcar en sus estudiantes. Bruno Godoy, hijo de Andrés y baterista de la reconocida banda nacional Sinergia, también estuvo presente, y quedó impresionado por la recepción de los estudiantes. Al finalizar la charla, Andrés se despidió con humildad y gratitud, dejando tras de sí un rastro de inspiración que, como el ave fénix, seguirá renaciendo en el corazón de cada estudiante que tuvo la fortuna de escuchar su historia. En un mundo donde los desafíos pueden parecer insuperables, Andrés Godoy nos recuerda que la verdadera fuerza radica en la capacidad de reinventarse, de crear algo hermoso a partir de lo que parece una tragedia. Porque, como él mismo demostró, con una mano, con un sueño, y con una determinación inquebrantable, todo es posible.
